lunes, 6 de enero de 2014

PUFFY ASTRONAUTA (II)

¿Que serían astronautas? ¿Que sería Marte? ¿Que sería todo aquello? Mis ansias de saberlo todo, me impulsó a correr a enterarme. Mi discrección me decía ¡prudencia¡ mi curiosidad ¡adelante¡ Pensé echar una ojeada y huir lejos, pero la cosa se complicó, sin yo querer. Lo que debía ser la nave era un torre altísima y muy brillante, bueno eso lo vi.  LLegó luego un coche sin techo, donde venían tres hombretones vestidos con unos trajes como de plata, pero muy raros. Me acercaré a ellos, los veré de cerca y me iré. Al llegar sonó un fuerte aplauso, a me dió tal susto que casi me dejo espachurrar entre unas manos que se cerraban para aplaudir, ¿Por que se llamarían los tres igual? ¿Cómo acudirían si alguien los llamaba?. Entre los mosquitos, cada uno tiene su nombre. Volé y me metí entre los pelos pelirrojos de uno de ellos, tenía la cara llena de pecas, luego al otro y luego al otro. Ahora no me extrañaba que todos se llamaran igual, ya que eran un calco el primero de los otros dos y fué mayor mi confusión. Me senté a reflexionar rascándome la cabeza con la punta de mi alita. ¿Y si me fuera lejos de todo aquello para llorar mi tragedia familiar? Con estas meditaciones, no me di cuenta de donde me había metido sin querer. Una gran bola de cristal que se metió en la cab eza aquel hombre, me impedía huir, y forzosamente comenzó mi aventura. Subimos y subimos en un ascensor, se paró a la puerta de la nave, Se abrió, luego se cerró, se abrió una nueva puerta que se cerró tras nosotros, Sentí miedo, pero bien pensado, estaba solo en el mundo, me daba igual todo. Se sentó cada uno en un sillón, se ataron con unas correas y  comenzaron a contar de una manera muy rara. ¡Al revés¿. Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero... Terminaron los números, aquella era la señal para ponernos en marcha. Arrancamos con muchísima fuerza. Sentí un mareo... ¡que malito me estaba poniendo¡ Sentí ganas de bomitar, pero no estaba bien hacerlo encima de mi portador. Me tumbé pensando que era mi final, estaba desfallecido, hice una especie de reconocimiento y me posé en la nariz de mi portador, dándole un gran picotazo. la manaza del astronauta, dió tan tremendo manotazo, que de no ser por el casco, me aplasta. -¡Macho, si me pillas me deshaces¡

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