sábado, 11 de enero de 2014

ME CONTABA MI MADRE...

En Béjar (de donde era mi madre) como en todos los pueblos, siempre hay personajes y anécdotas curiosas, mis hijos me han pedido que se las quede escritas para tenerlas siempre a mano, y yo os hago a todos partícípes. A mi me parecen graciosas. Ya seguro que muchos no conocen lo que es un sacudidor. Era un palito de madera, donde se clavaban tiras de paño y servían para sacudir, sofás, puertas, paredes, en fin, una ayuda para el ama de casa, yo aún los he conocido, claro que yo soy poco mas o menos de la quinta de Atapuerca. Bueno a lo que vamos, además de sacudidores se llamaban zorros (no se por que). Pues hubo un alcalde, de aquellos caciques elegidos a dedo y que la población no le tenía un gran afecto. El hombre que vendía los sacudidores vió que venía el señor Alcalde detrás, y con mucha sorna se puso a pregonar en voz alta: ¿A quien le vendo este zorro... que tengo detrás? Acto seguido mando ser detenido y el hombre en su defensa, dijo que no tenía ni idea de quien venía detrás, como los sacudidores los tenía sujetos con las manos y las tiras tras la espalda, pues quedó libre. Otra anédota. En la calle la Libertad, vivía una señora que mientras su marido se iba a trabajar a la fábrica, tenía un romance con un ciego. El marido sospechó algo y un día dijo encontarse enfermo y fué a casa a deshoras. La casa daba a dos calles. La mujer al sentir al marido, le dijo al ciego_ Te voy a esconder que viene mi marido . Le sacó a la calle. El ciego se estuvo sin mover esperando que ella fuera a sacarle del atoyadero. Pero pasó un conocido y le dijo ¿Juan que haces en la calle? y el hombre con mucho misterio, le dijo:-¡Cállate coño que esoy escondido¡ Otra. Una señora que también tenía su amiguito. El marido, era zapatero remendón y ella aprovechaba para verse son su amante cuando el hombre iba a repartir los zapatos reparados. Tenían una contraseña: El "amigo" pasaba cantando. Pajarito jilguero, ven que ya es hora. Si el marido no estaba, ella le hacía una seña, el entrabas y al rato salía. Pero al hombre le llamó la atención la "ronda pajarera", espió y se dió cuanta de lo que estaba pasando. Era invierno, pasó el rondador, ella se levantó a lo que fuera para hacerle saber que no estaba sola. El marido metió la badila en el brasero y cuando estuvo caliente, la puso encima de la silla donde se iba a sentar la mujer. Se sentó distraida. Se le quemó la falda y el culo. Al rato pasó el rondador con su cantinela : Pajarito jilguero, ven que ya es hora. Y la mujer entre lágrimas, le canto. Tengo el culo quemado y no puedo ahora

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