domingo, 16 de febrero de 2014

MARIA DE ROZAS (IX)

Tras una gran sequía, sobrevino a Plasencia una gran hambruna, los pobres se multiplicaron y las limosnas menguaron. Esto causaba gran dolor a María, muchos de los que antes la socorrían, ahora la pedían limosna, y los mas ricos tambien restringieron sus dádivas ¡menudo problema para nuestra santa¡ procuraba insistir, pero donde no hay no roban. Los conventos de frailes y monjas, socorrían cuanto podían, dando raciones de comidas, pero no daban a basto. A María los franciscanos le tenían reservada su ración, iba a por ella cada día, se sentaba en las calles o plazas y repartía o daaba su ración con los mas cercanos, luego, se ponía la última en la cola con su escudilla vacía a ver si conseguía otra para dar o compartir. uno de los días, el racionero la dijo sin mirar: Perdone hermana, nada queda. Ella, sintió en su humildad gran alegría al ser tratada como los demás, pero el fraile que vió quien era le dió parte de su comida, con lo que aquella alegre humildad quedó truncada. Otro día fué a un convento de clausura, sabía que las raciones habían terminado, pero para poder ser humillada, se acercó al torno y fingiendo la voz pidió limosna: Recibió el perdone hermana que no queda nada con gran alegría, pero al reconocerla la hermana tornera, la sacó una limosna. Corrió a confesar que era una ruin mentirosa que había intentado engañar a frailes y monjas para sacar doble ración. Cuando comulgaba los días mas solemnes, como la Navidad, la Resurrección, el Corpus, etc. era tal el ardor de su corazón que los latidos le movían el hábido y hasta hacían el ruido de su bombeo, bom, bom, bom. Juntaba las manos sobre el pecho para disimular y quedaban tan trabadas, que era imposible despegarlas. Una amiga que vivía cerca, la tomaba del brazo y la llevaba a su casa para que su humildad no se viera empañada dándose cuenta los demás. Ella en su arrobo, no sentía nada y por la calle iba como flotando sin mover los pies. ¿Cuánto le duraba? No habia tiempo. Cuando volvía en si, preguntaba a su amiga que había visto, esta le decía que solo la vió mareada y se la trajo con ella por si necesitaba alguna cosa. Como su naturaleza de por si frágil iba deteriorándose, en las noches crudas de invierno, la llevaban mantas para que se arropase, ella las rechazaba diciendo : Por el día, paso frio, pero de noche el Señor es tan caritativo conmigo que me grandes calenturas, de forma que en vez de frio ardo en calores, algunas veces creo que me voy a abrasar.
Otro día mas, y aún queda por lo menos para dos el sucinto relato de una vida tan rica en virtudes

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