martes, 5 de noviembre de 2013

HE VISTO UN AFILADOR

Parece una tontería el título, pero a mi me hiuzio mucha ilusión verle. Yo pensaba que ya no existían, que era un oficio a desaparecer. Pues ya ven, no. Estaba afilando las tijeras a una conocida mía, y me acerqué al señor y le dije :¡Que alegría ver un afilador callejero¡ Cuando yo era pequeña, y hasta mayorcita (no tanto como ahora), venían con frecuencia, se decía que eran gallegos, que procedían casi todos de Orense. Las chicas que mi madre tenía en el taller (era modista) cuando le sentían tocar el peine, corrian al balcón a mirar, si el afilador traía zapatos, lluvia segura, si tenía alpargatas, hacía buen tiempo. Vamos era como el hombre del tiempo de ahora, pero normalmente se equivocaba, traía zapatillas por que el negocio no daba para zapatos. Se le daba una voz, se paraba, las mujeres bajaban sus cuchillos o tijeras, ajustaban el precio y los chiquillos le rodeábamos para ver salir las chispas de la piedra de amolar, pero lo curioso, a ver si soy capaz de deciros como era su "carretón". (No se el nombre verdadero, pero este me vale) Era parecido, bueno, hay que ponerle bastante imaginación. Tenía una gran rueda delante grande que era el "motor" que hacía andar , y con unos mangos el afilador empujaba, su artefacto. Tocaba una especie de "armónica" que se llama peine. Bueno es como una pequeña zampoña, son unos tubitos metálicos de mayor a menor que se pone debajo del labio inferior y se sopla y se mueve de un lado para otro y tiene un peculiar sonido, bastante estridente, de forma que se le oía venir desde alguna distancia. Cuando se paraba a trabajar el afilador, ponía los mangos del "carretón" en el suelo, a la rueda grande la unía a la pequeña con una correa, y a un  lado tenía un gran pedal que movía la maquina. Ya ven que recuerdos puede traer un afilador ambulante, parece una tontería pero a mi me hizo mucha ilusión, por eso os lo cuento

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