lunes, 16 de septiembre de 2013

MIS COSAS (III)

Otra de mis batallitas. Casi siempre suceden en el verano en Béjar, ya que en Plasencia en el invierno, salía muy poco, no me gustaba dar vueltas y vueltas en la plaza que era el paseo. Los domingos, era otra cosa, ibamos a los Pinos a a la carreta de Salamanca, que era menos monótono.Después al cine. Pues uno de aquellos días de verano, nos dijeron que eran las fiestas de Valdesangil, un pueblo (cerca de Béjar). Está situado entre dos picachos, en un sitio precioso, que a mi me había llamado siempre la atención, además había un dicho : A la fiesta de Valdesangil, vamos a comer leche migá y a bailar al tamboril. Pues tan guapitas y domingueras se nos ocurrió subir a la fiesta. Ahora hay carretea, pero entonces era un camino de cabras, lleno de piedras sueltas, que yo creo que las pusieron a posta para que se tropezase, de tantas que había. Pues nosotros con nuestras sandalias de tacón alto, nos fuimos a subir la cuesta, vamos toda una aventura. Cuando conseguimos llegar vivitas y cansaditas, nos dispusimos a descansar a la entrada del pueblo debajo de un frondoso árbol. Medio conseguido, nos adentramos hasta la plaza, siguiendo el sonido del tamboril. De pronto vimos venir a unos paletos, con cara de brutos hacia nosotras. No les hicimos ni caso, pero amigos, comenzó a tocar el tamborilero y ellos se empeñaron en que teníamos que bailar, ni teníamos ganas, ni sabíamos bailar al tamboril, ni nos agradaban sus compañias. Lo mas amables que pudimos les dimos calabazas, pretextando cansancio. Eso no les pareció bien, tiraron de nuestras manos para que bailáramos, como nos negamos en redondo, muy enojados dijeron :Pos si no bailáis, sos tiramos piedras. Nosotros ni caso, pero amigos, ellos cumplieron su palabra, cogieron piedras con intencion de tirárnoslas, y nosotros, tuvimos que emprender la huida, cuesta abajo, con nuestros tacones y peleando con las piedras del camino y las chiunas que se nos metian entre el pie y el zapato, dándonos gran martirio, pero cualquiera paraba. Cuando nos vimos libres de amenazas, como no sabíamos si reir o llorar, comenzamos a reir de la facha que llevábamos y de este modo, fuimos a Valdesangil y ni comimos leche migá, ni bailamos al tamboril

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