Quedé en contaros otro fenóme que sucedió en el missmo verano en que avisté el platillo volante por el año 1947 o 48, pero este chisme, al que yo coloquialmente llamo mi enemigo (leáse ordenador), me juega unas malas pasadas, que a cualquiera se las doy yo, cuandio no se me pierden los escritos, me aparecen por otro sitio, ¡vamos un caso¡ a lo mejor el caso soy yo que nací casi en la prehistoria y me he metido a moderna. Bueno a lo íbamos que ya me estoy enrollando. Aquella noche, estábamos en la pista de el jardín El Nido, en el parque de la Coronación, aliviando los calores, pues lo tenían regadito,y resguardado por árboles que en las horas de calor le daban su sombrita. Estaban el matrimonio Berrocoso, mis padres y yo, no se si alguien mas. Habían pedido para tomar una jarra de cerveza y una gaseosa. Aniano, el dueño, tenía para esto una especie de soperas de aluminio con su cacito, las dos bebidas se mezclaban y con el cazo se servía el líquido en los vasos, pideron una plato de aceitunas, y nos disponíamos a mitigar la sed cuando de pronto llegó sin previo aviso, un ruido ensordecedor, un ventarrón que tuvimos que asirnos a las sillas para que no nos hiciera volar, y los hombres a sujetar la mesa, nos inundó una luz roja, que lastimaba la abertura de los ojos, pues con el ventarrón hubo que medio cerrarlos para que la arena no te cegara, fueron segundos, luego la noche se volvió a quedar calurosa y en calma, pero el desastre fué total, el viento tiró ponchera, vasos botellas, vamos hizo limpieza total, del plato de aceitunas no quedó ni la muestra, así después hubo trabajo para los camareros, para limpiar cristales rotos y demás desperfectos. Nunca se ha encontrado explicación al suceso, a pesar de que en varios dias fué monógrafico el tema de conversación. Creo que ese mismo verano ocurrió alguna otra cosa rara, cuando me acuerde os lo cuento, Pero quiero que sepásis que es verdad, que no es un invento mío
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