sábado, 13 de julio de 2013
LA CATEDRAL TIENE MUCHAS MAS JOYAS que las que yo he intentado contaros, la verja del coro, es una maravilla, y el coro... eso es lo mas. Muy bellas son las misericordias o bajos de los asientos, donde está retratada toda la picaresca de la època, paisajes biblícos y animales, pero lo que es una verdadera maravilla, son los cuadros de los respaldos de la sillería alta.Están compuestos de miles de trocitos de madera de distintos colores, un maravilloso puzle, tiene a los lados los tronos de los Reyes Católicos, a la parte de la Epístola está la Reina Isabel y al lado del Evangelio el Rey Fernando, el copete es un encaje de madera, bellísimo, en el centro está el sitial del señor Obispo, con el pasaje biblíco de la pesca milagrosa, con un San Pedro que parece que se va a salir para ir al encuentrro de su Maestro, el dosel alto, es otra joya, pero además hay un sin número de Santos, todos en taracea, rotulados en el bajo, que yo no se como describirlos, a mi personalmente, me alucina, (empezando según se mira a la izquierda) el cuarto o quinto tiene a Santa María Magdalena, que a mi particularmente me gusta por ser su nombre con el que a mi me bautizaron. Hay una curiosidad, en una de las misericordias, está el primer torero a pie que se conoce. Tiene el capote en la mano y la espada en ademán de entrar a matar. En Plasencia siempre hubo mucha afición a los toros, Se corrían en la plaza para ser alanceados por los caballeros, en cualquier fiesta que se preciara en la ciudad, en las bodas de los nobles, tenían obligación de regalar toros, para festejarlo, si estaban bien, tenían que regalar otro, si estaban mal, tenian que repetirlo, en fin que parece ser que eran frecuentes, hasta el punto de que la primera crónica de toros está en las Cantigas de Santa Maria, del rey Alfonso X el Sabio, donde cuenta una anecdota, en la que no parece ser que se ponen mucho de acuerdo los historiadores, pero que existe, Un médico, hombre bueno y presuroso en cumplir con su obligación, fué informado de que un señor estaba grave. No se lo pensó dos veces, sin darse cuenta que el toro estaba en la plaza, se puso a atravesarla, cuando el toro se le vino encima, se encomendó a la Virgen Santísima, y ¡milagro¡ el toro le acompañó hasta la puerta de su paciente sin causarle ningún mal. Luego cuentan que andaba por las calles como si fuera un perro, la gente lo alimentaba hasta que un buen día desapareció. De hecho, existe la calle de los toros, y hasta hace bien poco se conservaban en las fachadas los huecos donde se encajaban lor portones para cerrar la plaza
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