domingo, 4 de agosto de 2013

LOS RAMOS

No sé de dónde viene esa tradición, solo sé que en el mes de Septiembre, se celebraban unas fiestas que se llamaban los Ramos. El primer domingo, era el de El Salvador. Ese no le he conocido yo. El segundo era el de San Nicolás, de este tengo algún recuerdo, el tercero el del Cristo de San Lázaro, que este se ha celebrado hasta hace pocos años y el cuarto el de la Virgen de la Salud, que aún esta vigente. No se por que a esta fiesta se le llamaba El Ramo, ni por que motivo se celebraba. Se ponían puestos de todos los frutos secos, nueces, almendrucos, acerolas, bollos de patatas y demás dulces fritos, madroños... las niñas, llevábamos unas cestitas muy bien adornadas  con lazos y madroños, donde íbamos metiendo las cosas que nuestros padres nos compraban. El de San Lázaro, si se que se le hacía la novena al Cristo y luego se ponían muchos puestos a los lados del puente, hasta la ermita (entonces los coches no eran tan numerosos y podías pasear y comprar las cositas, tranquilamente). Pero el que era de verdad importante era el de la Salud. Comenzaba la novena, que era un tanto extraña y multitudinaria. A ver si logro hacerme entender. No era como las demás novenas que se hacía una vez al día y a una hora determinada. Esta era todo el día. Por las mañana la concurrencia era menos numerosa, y si no había bastante gente en la ermita, se entraba a la sacristía, cogías tu librito y la hacías, pero ya desde media tarde había novenas casi seguidas, al cerrar los comercios, era una riada de devotos se subía por la escalera de la derecha y se bajaba por la izquierda, y ahora cuando lo cuentas, parece que exageras, pero no, las escaleras se llenaban de fieles y había cola algunas veces bien larga en la calle, de manera que terminaba una novena y comenzaba otra, con la Iglesia y la terraza a tope. La leían, bueno mas bien la cantaba una tras otra los monaguillos con una especie de cantinela muy  graciosa. Como la hacíamos todos los años,  todos los dias, acabamos aprendiendola de memoria, y sin monaguillo ni nada éramos capaces de canturrearla: Dios y Señor mío, me arrepiento de todo corazón... mañana sigo

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