miércoles, 24 de agosto de 2016

LOS QUINTOS, LA MILI... Y MIS RECUERDOS

Bueno, no es que yo haya ido a la mili como pueden imaginarm pues cuando yo era mocita y muchos años después,( puesto que mis hijos han ido a la mili), ni las cosas ni las personas éramos lo mismo. Bueno a ver si soy capaz de no enrollarme e ir al grano directamente. Entrar en quinta un muchacho, era un acontecimiento, unas veces grato y otras ingrato, pues a lo mejor se tallaba el hijo mayor de una viuda que era el que mantenía la casa y quedaba a la familia malamente para salir adelante. Otras, el tener un quinto en casa era motivo de alegría pues se le consideraba desde el momento que era llamado a filas, un hombre.
En los pueblos el DIA DE LOS QUINTOS, era una fiesta por todo lo alto. En cada pueblo había sus costumbres, Por aquí por Extremadura, era casi obligación de las novias, bordar primorosamente unos pañuelos de seda que los chicos anudaban al cuello para correr las cintas, o los gallos, o simplemente para que al chico se le "dejase" pillar la primera borrachera con los amigos. Al dia siguiente, algunos quintos estaban tan maltrechos que debían tirarse a la basura y hacer otro quinto nuevo. Falta de costumbre, y luego llega la resaca,¡ y ay que malito estoy¡ Correr las cintas, a mi me parecñia una fiesta muy bonita. A ver si soy capaz de explicar como era. Se ponía una cuerda de lado a lado de la calle mayor o de la plaza, llena de cintas de colores, de donde pendía unas anillas o aros, que los chicos montando los caballos al galope y sin parar, debían introducir un palito, tirar y si la cincta se desataba de la cuerda, era aplaudido a rabiar, si no lo conseguía, pues a volver a pasar de nuevo, una y otra veez. Eñ éxito era mayor cuantas menos pasadas había que dar. En otros, eran gallos,( previamente sacrificados) colgados de las patas en la cuerda. Los quintos, con una especie de machete o espadin, al galope debian tener el acierto de cortarles la cabeza. (esto a mi me gustaba menos) En otros lugares había cucañas, que eran unos palos altísimos, de antemano pringados de sebo para que resbalaran. El mozo debía descalzo intentar llegar hasta lo alto del palo, de donde solía colgar un jamón u otro trofeo apetitoso. Como era muy difícil por lo resbaladizo del palo, cuando se venían abajo era objeto de risas y diversión. En cada pueblo había sus fiestas y costumbres. Luego venían a Plasencia al tallaje y sorteo. Me parece que como de costumbre me pasé, así que mañana si Dios y vosotros queréis, me tendréis dandoos la vara de nuevo


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