martes, 5 de abril de 2016

ANECDOTAS DEL DIA DEL PUERTO

Os voy a cansar un poco mas con mis recuerdos. Lo que os voy a comentar, es de hace muchos años. Era por entonces Obispo de Plasencia, don Juan Pedro Zarranz y Pueyo. Era un señor con un estilo difícil de imitar. Impresionaba ir a besarle el anillo (cosa que por entonces era corriente cuando te encontrabas al Obispo como señal de respeto) Luego era atento a pesar de parecer inaccesible. Yo nunca he conocido un señor Obispo como el. Cuando en las grandes celebraciones salía en procesión desde el Palacio a la Catedral, era algo fuera de serie. Vestía con gran lujo su sotana púepura y su roquete blanco de encaje, calzaba unos chapines de raso bordados, maravillosos y una capa, púrpura tambien con una gran cola que le sostenía algún seminarista. Entonces había dos seminarios, el Mayor, y el Menor donde comenzaban los "curinas" su carrera para llegar al sacerdocio. Pues era como una procesión todos los seminaristas en fila con su sotana y su roquete y el señor Obispo cerrando la comitiva. Precioso. Todo este rollo es para que os deis idea de lo aventurada que fué la decisión de mi  padre. Estábamos en nuestro "rancho" cuando vimos venir al señor Obispo rodeado de sacerdotes, dando un paseo antes de Celebrar la Misa. Todos fuimos a besarle el anillo, pero he aquí, que mi padre se presentó con uno de aquellos jarrillos de lata que nos preparaban los hojaleteros callejeros, con vino para obsequiar al Obispo. Mi madre que le vió intentó oponerse, pues ella tenía una clase.... debían complementarse muy bien su finura y el salero de mi padre, pues siempre fueron, (fuimos) muy felices, y un hombre tan enamorado de su mujer como mi padre, no creo que haya marido que lo supere. Pues, se plantó delante y le dijo: Vengo a convidar a un traguito a su Ilustrísima. Todos nos quedamos petrificados, pero a don Juan Pedro, le hizo mucha gracia la ocurrencia, y es la única vez que yo le vi reir. Bendijo el vino y se disculpó al no poder aceptar por tenedr que guardar el ayuno eucarístico.Tenemos una foto, en la que yo estoy echándome mano a la cabeza. Pues luego todos los años era el señor Obispo el que iba a bendecir el vino del jarrillo que mi padre le presentaba, del que luego todos echábamos un traguito.
La otra anécdota que os quiero contar (de momento), me ocurrió a mi. Sin saber como ni cuando, empecé a ponerme roja a hincharseme la cara y a llenarme de ronchas. Debió de ser alguna flor de las que recogía para adornar mi "pamela", pues nadie mas se intoxicó. Entonces no había ni ambulancias ni puestos de socorro, ni cosa ninguna (por eso y por otras cosas mas, os decía que como habían cambiado los tiempos) Así que mi madre me hizo ingerir varias cucharadas de aceite para contrarrestar la intoxicación o para que devolviera si algo me había sentado mal. Luego un vaso de leche que tambien el calcio que contiene era un buen remedio, luego no se de donde salió bicarbonato, que también tuve que tragarme. Pues con aquel "cacao maravillao", mi estómago se enfadó muchísimo... La intoxicación fué cediendo, pero me entró un apretón.... Como todo estaba rodeado de gente, había que buscar sitio para el "desembarco". Saltamos la pared de una finca, que aunque no tendría mas de sesenta centímetros... pues con el esfuerzo, me fuí un poco de vareta, luego las mujeres, me hicieron una especie de biombo humano (puestas de espaldas, claro) y allí, me desahogué con gran concierto de música de viento, tan maloliente que todas tuvieron que taparse la nariz. Luego bajamos hasta el arroyo cercano (otro corrillo) y mi madre y yo en medio, aseándome. Las bragas, las lavó como pudo, y luego las puso a secar en unas retamas cerca de la lumbre. Vamos que mis braguitas se lucieron de lo lindo. Yo como entonces éramos muy pacatas, sentadita sujetando mi falda no viniera algún aire y me la levantar ¡que peligro¡ Pero yo que he sido siempre muy inquieta y me empeñé en ponerme las bragas sin terminar de secarse, y aquí la cosa cambió mi postura, pues no podía sentarme no traspasara la humedad la falda y pareciera que me había hech0 pis encima. Entonces, maldita la gracia que encntraba yo al percance, pero años después comentándolo, nos hemos reido de lo lindo. Ya me van quedando sola todos aquellos amigos y familiares que me acompañaban, yo también, no se cuando me marcharé, pero quiero quedar para mis hijos y nietos esros recuerdos. Y se terminó el rollo., aunque os amenazo con alguna que otra anécdota que recuerde. Gracias

1 comentario:

  1. Le gustaba la coca que no veas...peor que las máquinas quitanieves...lo sé de muy buena tinta...

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