domingo, 3 de abril de 2016

COMO CAMBIA LA VIDA Y NOSOTROS CON ELLA (II)

Pues de nuevo nos vamos a la romeria de la Virgen del Puerto y mis recuerdos. La víspera había que meter todo lo necesario en los cestos. Con una lista en la mano, mi padre iba metiendo las cosas necesarias para que nada se olvidase. Sal,  pan, café, azúcar, jabón, estropajo, periódicos para encender la lumbre etc. Lo que se iba metiendo en los cestos, se iba tachando. Nosotros éramos cinco, mis padres, mis dos hermanos y yo, pero el día del Puerto, se aumentaba la familia. La hermana de mi madre. venía de Béjar todos los años, coin por lo menos dos de los hijos, vamos sumando, Juanito Armero el mejor amigo de mi hermano Berna y al que en casa queríamos como a uno mas de la familia y no había acontecimiento en el que no estuviera, mi amiga Carmen, ya habíamos doblado la familia, lo cual era un alivio para subir la carga hasta el Puerto. Bien tempranito, se ponía en marcha la comitiva. Plasencia entonces era la mitad que ahora. El Parque y las Hermanitas de los Pobres que quedaba a la derecha, era el fin de lo edificado y principio del camino del Puerto. Digo camino, no carretera, por que era de tierra, no estaba asfaltada, (eso se hizo después.)  Cuando llegásbamos al Cancho de las Tres Cruces, (que fué donde se le apareció la Virgen al pastor), dábamos un respiro, ya solo nos faltaba algo mas de un kilómetro de la enpinada cuesta. LLegábamos al Puerto. lo primero que hacíamos era ir a saludar a la Virgen, dos turnos, uno que quedaba con los trastos y otro que hacía la visita y luego le tocaba al segundo turno. A buscar el "rancho" o sitio donde pasar el día. Nosotros nos íbamos un poco mas arriba de la ermita. Era un sitio precioso. Bueno las vistas desde el Puerto son maravillosas, se ve el río y todo el valle, la Sierra de Santa Bárbara.... vamos que el sitio que eligió la Virgen para asentarse entre nosotros no tiene desperdicio. Lindando con la pared de la huerta de los frailes, había un gran cuadro de terreno, como era de canchos y piedras y no se podía aprovechar para nada, quedaba libre entre la huerta de los frailes y la pared de la otra finca, a derecha e izquierda, enfrente según entrábamos hay una mole de canchos que servía como de pared para resguardarnos del aire que venía del rio y la sierra. Nosotros, solíamos ser los primeros, ya que mi padre era un "cagaprisas" y nos movilizaba casi al amanecer. Luego llegaba la familia Berrocoso, y mas tarde Julia la carnicera con unas cuantas sobrinas, creo que al marido le apodaban Cascarilla, aí que la conocíamos por ese mote como apellido. Parecía que teníamos alquilado el sitio las tres familias. Luego para ir a Misa, tambien se hacía en turnos. Se solían quedar los padres para preparar la "cocina. Con unas piedras se formaba una especie de barbacoa y allí se cocía luego la comida. ¿Instalados?, pues a buscar leña. La mañana se pasaba rápida. Llegaba la hora de comer... pues siempre teníamos huéspedes no invitados al banquete. Dos de los "pegotes", eran fijos. Iban muy atentos a saludarnos, si, si. Mi padre que estaba encantado cuando tenía mucha gente alrededor los invitaba a comer. Se sentaban , a la primera, no sea que no hubiera segunda invitación. Luego llegaba el cura de Oliva de Plasencia, don Miguel, que era de Béjar y amigo de mi padre. Venían en burro, el y una o dos sobrinas. Debía tener muchas pues cada año eran distintas. Esos tres venía pertrechados de platos y cubiertos. Ya no se cuantos éramos a la manta, pues no existía mesa. Como había muy buena armonía, nos juntábamos y hacíamos  "manta redonda". Y ya me pasé de nuevo, así que hasta mañanita si sois capaces de aguantarme

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