Ayer comencé a relataros algo sobre nuestra placentina de adopción, nuestra querida y nuncca olvidada hermanita Alina. hoy quiero contaros alguna de las anécdotas que conozco de ella o he oido relatar. Ya os conté que pedía casa por casa todos los días, los martes es mercado en Plasencia desde su fundación o quizás antes. Ahora hay uno en casi todos los pueblos, pero entonces toda la comarca se desplazaba hasta aquí para sus transaciones comerciales, ya vendiendo o comprando y era tan importante que hasta RENFE (bueno entonces se llamaba de otro modo) tenía un tren especial que llamábamos MARTERO que hacia el recorriso Béjar-Plasencia muy temprano y paraba en todas las estaciones recogiendo gente para poner sus tenderetes en la plaza o comprar de todo. Luego regresaba por la tarde haciendo el recorrido a la inversa, Plasencia-Béjar. Pues esto era un filón para nuestra querida hermanita Alina. Cogía una cesta de dos tapaderas, que eran tan grande como ella e iba pidiendo puesto por puesto, lo que fuera, para sus ancianitos. Los tiempos de la posguerra, fueron difíciles y nadie hacía alardes de larguezas, pero ella con su labia conseguía llenar su cesta de verduras, frutas, tomates, pimientos... Luego cuando alrededor de las dos se levantaban los puestos, ella presurosa recogía todos los productos que por alguna maca no se habían podido vender y se iban a tirar. Todo era aprovechable, tenía un poquito malo, se quitaba y aprovechaba lo bueno. Sus visitas a la plaza del mercado también eran habituales, siempre conseguía algun pescadito y en las carnicerías, la llenaban de huesos para hacer calditos para sus ancianitos aquella conocida cesta. Cuando llovía o la cesta pesaba mucho, tenía una treta para no subir la gran cuesta que hay desde la Plaza al Asilo. Se esperaba a que saliera el alcalde que por entonces era don Fernando Barona y le decía con esa gracejo suyo tan particular: Fernandito, ya ves lo que llueve, o ya ves lo que pesa la cesta. El que era gran amigo suyo, la devía Vamos hermanita que yo las subo en mi coche. Iba también por los pueblos cercanos, andando o en burro pidiendo por las fincas verduras o frutas. A veces se le daba bien la "cosecha" pero volver con la carga era difícil. Luego mas adelante al ser mayor, tenía mas dificultades y optaba por los coches de línea, siempre echando cuentas de los gastos. Cuando traía muchas cositas, no se las dejaban meter dentre del autobús y se las cargaban en la baca, pero al no tener una lona que cobijara las mercancías, algunas veces se la volaban los repollos o las lechugas con el consabido disgusto. En las ferias, tenía otro filón. Se apostaba a la puerta del hotel donde se vestían los toreros y allí al salir para la Plaza de toros, los "asaltaba" y casi siempre eran muy expléndidos con ella. Todas estas ayudas, no eran todo lo seguras que a ella la hubiera gustado, por lo que se inventó una especie de suscripción, no escrita pera que a ella la dió resultado. Mañana sigo
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