sábado, 31 de mayo de 2014

LA HERMANITA ALINA

La heermanita Alina, no era ni de plasencia, ni siquiera extremeña. Nació en la provincia de Gerona o Girona (o como la llamen ahora), de una numerosa familia de doce hermanos, ella fué la única niña. No tengo idea del número que hacía, si que la criaron con todo mimo y esmero, todos pendientes de la niña (natural ¿no?) Desde muy pequeña tuvo gran cariño por los mayores y muy jovencita sintió la vocación de dicarse a los ancianos, por lo que ingresó en Madrid en el noviciado de las Hermanitas de los Pobres. Después de profesar, estuvo en varios asilos antes de recalar en el de Plasencia y en el que vivió siempre, salvo un tiempo que por operaciones de ojos muy complicadas estuvo en Madrid. Al final, perdió un ojo que le pusieron de cristal, y unas enormes gafas que abultaban tanto como su cara. Os diré mas o menos como era físicamente. Bajita y muy menuda. Entonces llevaban estas monjitas un hábiro con mucho vuelo negro, así parecía mas "voluminosa", cuando el aire que tanto reina en Plasencia, le llenaba los pliegues de su hábito. Llevaban un extraño y bonito rostrillo alrededor de la cara. Como os lo explicaría yo... era de un rizado menudito, que salvando las distancias era semejante al cuello de Cervantes. Una fruncida capucha encima y capa, negras como todo el hábito. Ya la tenemos en Plasencia situada en el asilo. Tengo que decir, que entonces no había ninguna prestación para las personas que no podían por edad o enfermedad trabajar, por lo que el asilo se sustentaba y vivía de las limosnas que los placentinos la daban, y aquí tenemos a la hermanita Alina (siempre acompañada de otra monjita mas joven y mas callada, bueno a lo mejor ella no le dejaba meter baza) Diariamente subía y bajaba escaleras sin cuento para pedir con una gracia especial que Dios le había concedido y con aquel acento tan catalán que nunca perdió "Una limosnita para mis ancianitos" Yo creía en mi inocencia que era francesa, (hasta que mi madre me dijo que era catalana) y que la monjita que la acompañaba, era muda, pues nunca las oi hablar (pluralizo pues no siempre sería la misma acompañante). Debió de subir en su vida (y no exagero) millones de escaleras. La ronda de peticiones duraba mas o menos un mes. Al mes siguiente, dia arriba, dia abajo, nos llegaba la Hermanita Alina con su cantinela. Tras tantos años, nos conocía a todos y antes de su petición preguntaba por la salud de la familia (yo creo que hasta por el gato) Recuerdo (tendría yo como cinco o seis años) un día que mi madre me estaba enseñando a hacer punto, me quedó emplazada para el mes siguiente a ver que tal iba mi labor. Esto lo cuento para que veáis de que manera era su cordial trato. Al mes siguiente, yo abrí la puerta y a pesar de haber recorrido todo Plasencia no había olvidado mi "bufanda" de punto. Mi madre me había hecho un ovillo con todas las sobras de lana, así que era de mil y un color. Yo, orgullosa, corrí a por el punto. (Ahora me habría muerto de vergüenza), pues si mi madre me comenzó la labor con veinte puntos, por ejemplo, a la sazón se me habían escapado unos cuantos y en las agujas figuraban unos doce, así que de vez en cuando había hecho un "calado" no muy digno de ser enseñado. Ella, alabó mucho mi labor y me dijo acariciando mi cara: Niña, tu serás una artista con las agujas. No se si sería una profecía, pero la verdad que en mi larga y dilatada vida, creo que he llegado a hacer tantos metros de lana e hilo como escaleras subió ella, y no es darme pisto, pero he hecho cosas muy bonitas, ¡vaya presumiendo de habilidosa¡ pero es verdad. Como siempre, como meto tencas con berzas, se me acaba el "papel", mañana sigo

No hay comentarios:

Publicar un comentario