De hoy en adelante,cada día de Reyes, tendrás que regalar a un niño menos afortunado que tu, uno de esos paquetes, sin saber lo que contienen.
Mamá, déjame abrirlos, elijo uno, el que menos me guste, lo regalaré.
No, tiene que ser sin abrir, todo lo demás es para ti.
Con muchas dudas y de muy mala gana, elegí uno que entregué a mi madre.
Pues bien ahora nos arreglamos y vamos a llevar el paquete a la casa que me ha recomendado el Párroco. Luego abrirás los regalos.
Me indigné mucho, pero sabía que mi madre no me permitiría desobedecer, y de muy mala gana lo hice. Rafael, nuestro chofer, nos estaba esperando, mi madre le entregó un papel con una dirección y nos pusimos en marcha. Yo todo el camino, tratando de adivinar el contenido del paquete. Tarea inútil, llegamos a un barrio muy pobre. Yo nunca había visto un barrio así. Paramos junto a una casa, (si se podía llamar así aquella ruina) La puerta, estaba abierta. Mi madre tocó con los nudillos y empujó. En un camastro, había una señora enferma. La cuidaba una niña, mas o menos como yo, pero sucia y desgreñada. A una seña de mi madre, la entregué el paquete. La niña no se atrevía a cojerle. Insistí y lo tomo en sus sucias manos. No se podía adivinar si era guapa o fea con aquellas greñas que casi le tapaban la cara, pero resplandecían unos maravillosos ojos azules como si un retazo de cielo se hubiera posado en su cara. Los ojos mas bonitos que yo había visto. Yo la pregunté:
¿Cómo te llamas?
Martina.
Yo me llamo Reyes y ese paquete, lo dejaron los Reyes Magos en mi casa para tí.
Mañana terminaré, pues me he alargado mas de la cuenta
No hay comentarios:
Publicar un comentario