DOMINGO DE RAMOS
No en brioso corcel,
en humilde borriquillo,
Jesús, entra en Jerusalen.
Palmas, mantos y aleluyas
le acompañan a su paso.
Todo es alegría y gozo
para ensalzar a su Rey.
Un radiante sol preside
el gran acontecimiento,
Jesús, pasa bendiciendo.
Una lágrima fúrtiva
entre tanta algarabía,
le desciende al buen Jesús,
corriendio por sus mejillas.
¿Que presentía ese llanto
en aquerl radiante día?
¿Que agonía adivinaba?
¿Que negros presentimientos
en su corazón ardían?
Sabía, que dias después
aquellos que le aclamaban,
la espalda le volverían
y exigirían su muerte...
Y eso, a Jesús, le dolía.
Y por eso era ese llanto
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