miércoles, 2 de noviembre de 2016

LA CALBOTA DE LA CUEVA BOQUIQUE (II)

Por la tarde estuvimos cogiendo cardillos, para sustituir al repollo del cocido al dia siguiente, Entonces llovía con frecuencia no como ahora y había regatos por cualquier sitio. Pues también cogimos pamplina con la que mi madre al dia siguientee nos hizo una riquísima ensalada. Para los que no sean de por aquí, les explicaré un poco, los cardillos,  son una especie de cardos que salen pegados al suelo. Hay que cortarlos por debajo, y luego quitarles las hojas punzantes y quedan como una especie de pulpos silvestres, que cocidos con un chorizo o con un refrito de ajo, estan muy buenos. La pamplina, es una hierba de hojas menuditas que se criaba en los arroyos y la ensalada era un manjar. Mi hermano y yo mientras mis padres cogian la pamplina, lavaban y seleccionaban quitando las hierbas inútiles, nos dedicamos a saltar el arroyo, pero alguna vez no calculamos bien el salto, y las zapatillas quedaban chorreando agua. Lo normal es que al siguiente día estuviéramos resfriados. Yo siempre he tenido tendencia a toser y toser, así que mi madre no se andaba con remilgos. Por la noche me daba leche calentita con aspirina y por la mañana, compraba en la farmacia, no recuerdo si era sólido o líquido( harina de linaza con mostaza). Lo cocía con un poco de agua y formaba con ello una pasta, o puré que estendía sobre un trapo y hacía una cataplasma que me ponía todo lo caliente que pudiera aguantar o mas, en el pecho . Era de un asqueroso olor y color marrón, que parecía del color de una caca de vaca con diarrea. Cuando se enfriaba a cataplasma, se retiraba, pero quedaba un picor como si hubiera pasado sobre mi pecho una procesión de piojos y pulgas. Mi madre mitigaba los picores con polvos de talco. Si este "emplasto madurativo" no daba el resultado apetecido, se tiraba de las ventosas. Aquello era una especie de tortura, pero bastante eficaz. Os cuento. En una moneda de perra gorda de cobre, ponía un poco de algodón impregnado de alcohol, al que aplicaba una cerilla y cuando empezaba a arder. ponía un vaso encima, que al faltarle el oxígeno se apagaba la llama y empezaba a hacerse una montañita de carne dentro del vaso. Según la "gravedad", se ponía el redondel de color, que podía ser entre rojo o morado, se levantaba el vaso por un lado y se terminaba el tormento. Normalmente se ponían dos o tres, mas que doloroso era molesto, pero el llanto estaba asegurado. Eran los métodos de la época, con la cataplasma solía valer, (no me extraña), pues si yo hubiera sido catarro, tambien habría salido huyendo de la quema.  La tortilla de la merienda y las castañas asadas calentitas, eran el colofón de la fiesta ¡Que buenos los calbotes calentitos¡ Y para deciros esto he necesitado de dos jornadas, A quien  pacientemente llegue hasta aquí, gracias por aguantarme

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