La Virgen, en los años que había estado en el templo, se había convertido en una estupenda costurera y bordadora, por lo que las mas ricas del pueblo la buscaron para que confeccionase adornases sus vestidos. Vivían de su trabajo, sin ostentación alguna y procurando ir ahorrando para su vuelta a casa. El Niño, crecía con salud y una inteligencia que a todo el mundo admiraba. Le gustaba jugar con los niños haciendo figuras de barro, sobre todo pajaritos, a los que insuflaba un aire en su piquito y se convertían en pajaritos de verdad que volaban alegremente. Tenía casi tres años,, cuando salió un pregonero anunciando que debían morir por órden del Rey Herodes, todos los primogénitos, de tres años para abajo. (Me he comido a propósitos que los Reyes Magos, habian pasado por el palacio de Herodes buscando al Niño Rey que había nacido en Belén, y que debía tener alrededor de tres años. Y que el malvado Rey le creyó un rival y quiso deshacerse de el, por no alargarme demasiado) Una noche en sueños, a San José, le ordenó un Angel:
José, coge a tu esposa e hijo y huye a Egipto, antes que Herodes pueda hacer mal al niño. Cogieron lo necesario y los pocos ahorros, y emprendieron la huida a Egipto. No fué fácil para el pobre San José,. pues la mulita que los había llevado de Belén a Nazaret, ya iba siendo vieja y lenta. Montaron en la borrica la Virgen y el Niño, y comenzó la penosa. emigración. no supieron la masacre que quedaban atrás. El camino era largo y penoso, mucho desierto y poca agua. Un día con espanto sintieron el trote de gran cantidad de caballos con unos sanguinarios soldado pasando a cuchillo a los inocentes niños. Señor, -dijo San José- protéjenos. Tan solo tenía a la vista una palmera para esconderse y hasta allí dirigieron sus pasos con los caballos cada vez mas cerca. La fe del Santo varón, debía ser infinita, se pusieron tras el tronco de la palmera ¡precario escondite¡ Pero ocurrió el milagro. La palmera, abatió sus palmas hasta el suelo, cobijando a la Sagrada Familia de forma que pasó el peligro y ellos estaban ilesos. Pero no terminaron aquí las desdichas de la familia.
Como ya me he excedido en el relato, como siempre lo terminaré mañana si Dios quiere
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